De Filas y Museos
- gabrielagarzaservin@gmail.com
- 16 abr 2014
- 3 Min. de lectura

Con el pretexto de –pertene ser- en los caprichos de " la moda ", en los aconteceres de actualidad, en los lejanos setentas del Distrito Federal fuimos a formarnos a la eterna fila de la nueva y bien reconocida hamburguesería de origen gringo, en ese entonces esa fila de varias horas la hacían los lujosos autos de la época conducidos por burgueses en el mejor de los casos con hambre, aunque más bien era el morbo malinchista y soberano por ir a confirmar la autenticidad de los alimentos que seguramente ya ese público habíamos probado. Por supuesto todos conocíamos al hijo del primo del amigo que trabajaba ahí, un próspero adolescente que ahora era parte de una empresa de ¡Norteamérica! ¡Uf!. El propósito ser la exposición y exponernos.
Por los años ochentas uno de los sucesos de larga fila, memorable fue la de familias y familias alineadas en el bosque de Chapultepec en el Museo Tamayo para ver "los Picasso de Picasso", y por fin ¡llegamos¡ me quede con el dato de que aquel Pablo era de España, lugar que inmediatamente anote en mi lista de "por visitar", me encantaron las geométricas deformidades que vi y bajo la influencia llegue a casa a pintar tantos monstruos, como gente en la fila.
En los inicios de los noventas, vino el tiempo de ejercitar el ir a donde se me diera la gana, sin embargo la costumbre es más fuerte y fue convirtiéndose en una prioridad fundamental el visitar museos, primero arrasaba cada sala, cada letrero, cada piso cada monumento, como si fuera una manda, luego al darse las visitas a los enormes museos me di cuenta que visitaba el prehistórico, el bizantino, la Grecia y el Egipto cuando ya estaba al borde de cansancios innecesarios. En un día de esos de gula desbordada en el Museo Británico me tope cuando ya quería salir, con un atractivo título para una exposición "Fake the art of deception", la exposición era una muestra del mundo pirata que en ese entonces causaba gran sorpresa especialmente cuando era imposible identificar entre el milenario jarrón chino y la perfecta copia, la codiciada playera del cocodrilo y su reflejo manufacturado en china, quien diría que nuestra sed por poseerlo todo convertiría dicha exposición en una muestra itinerante de las esquinas de las grandes ciudades.
Tomé la sería decisión de crear una fórmula para posteriores visitas porque me quedaba además de exhausta ese sentir como cuando uno no se sube a todos los juegos de cada parque de Disney y resulta un desquicio incómodo por lo tanto ahora del folleto o del mapa o de la página en internet escojo una sala, una obra, una exposición, que sea pretexto para darle un rondín a una que otra obra más y así de una en una, me invento la sensación de que otro día regreso con calma a ver lo demás. Corrí sin hacer fila, con solo 45 minutos exactos al Museo del Prado antes de volver para el aeropuerto y no quedarme con el capricho para lograr abstraerme y sumergirme en el providencial, “Jardín de las Delicias” de El Bosco. A un museo hay que encontrarle el placer una y otra vez en y a veces en la misma obra.
Los caminos me han permitido husmear entre los apasionados geométricos de Klimt, la famosa mujer de minúscula sonrisa que seguramente nos juzga a todos los que nos exponemos ante ella en el Louvre, y el sollozo comunitario tras la fila más emocionante hasta llegar ante la presencia de la incomparable "noche estrellada" de Van Gogh, después de haber convivido por un par de horas en la fila nunca esperamos en convertirnos en seres tan cercanos cuando en la meta unos a otros íbamos pasándonos el estandarte de la impresionante emoción que derrama esta obra .
Sabemos quiénes llevamos aquí más de veinte años que ha habido otros museos en nuestra historia Cancunénse, y se reconoce el gran esfuerzo de las personas a cargo en aquellos proyectos. Hoy tenemos en la cuidad como bien lo ha remarcado el INAH, uno de los proyectos museísticos más importantes del país del que debemos estar absolutamente orgullosos, al Museo Maya de Cancún abierto desde el pasado noviembre he tenido el gusto de estar ahí en numerosas ocasiones con visitas o sin ellas con poco o más tiempo para admirar una a una las bases y los tesoros de nuestra cultura.
Posdata este Museo cuenta en su mayoría con la visita del público tanto nacional como extranjero que lo visita y causa una gran afición gracias a su seria y concreta museografía, ahora nos toca a nosotros los locales lograr convertirlo en un paseo cotidiano un lugar donde podamos reposar los ojos hacia nosotros mismos, donde pertenecemos.







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